El arsenal de fukukiri

Lo cierto era que, en su última misión, la técnica que había aprendido, Renkûdan, le había sido de gran utilidad. Probablemente, si no hubiera dispuesto de ella, habría caído a la primera de cambio, abatido por el efecto del veneno de la marioneta. Gracias a ella, había podido mantenerse en pie sin problemas después de tan sucio ataque y, lo que es más, hubiera podido rescatar a la mujer sin que ella hubiera tenido que intervenir. Estaba claro que, cualquier técnica que aportara a su estilo de combate, sería bienvenida.

Por ello, Fukukiri había reunido un pequeño arsenal de kunais y shurikens, demasiados como para llevarlos encima sin que le molestaran. Al estar especializado en el ataque relámpago, solía gastar mucha de aquella munición arrojadiza para tratar de abatir a sus enemigos, así que, normalmente, acababa con las cartucheras vacías y con el único recurso de su ninjaken y su propia destreza en combate cuerpo a cuerpo si no conseguía eliminar a sus enemigos a la primera. Ello le había conducido a un callejón sin salida el día que sus compañeros de grupo habían muerto y, por poco, casi le cuesta la vida a él también. Como se había propuesto, iba a fortalecer sus puntos débiles, Así que, todo empezaba por no quedarse sin reservas de armas en el momento menos oportuno.

Así, había decidido aplicar una conocida técnica mediante la cual, los shinobi llevaban al combate ingentes cantidades de armas, pero teletransportándolas mediante unos pergaminos que habían sido convenientemente preparados antes de salir de casa. La cosa consistía en enlazar aquellos objetos al pergamino mediante un sellado especial, de forma que, luego, al aplicar el chakra sobre el pergamino, éstos aparecieran de inmediato en el lugar necesario, sin tener que llevar a cuestas todo un polvorín.

Había pedido ayuda a un miembro de su familia que también era shinobi, pues era la primera vez que iba a realizar aquel pequeño ritual de sellado y necesitaba estar seguro de que lo hacía bien, ya que, de otro modo, podría suponer la muerte prematura en batalla por un fallo estúpido. Aprendió de este familiar el método para imponer los sellos necesarios, de tal modo que, al concluir con todo el proceso, tenía unos 20 shurikens y kunais listos para utilizar en su armería particular, enlazados de diez en diez con los pergaminos. Esto le posibilitaba llevar los rollos en una bolsa colgada como bandolera, pesando mucho menos que todas aquellas armas, pudiendo mantener así una buena agilidad y evitando que el entrechocar metálico de ellas cada vez que se movía le delatara en misiones de infiltración. No obstante, siempre llevaría unos cuantos encima, pues, como todo shinobi sabe, revelar tus técnicas desde un principio es algo temerario y que da una enorme ventaja a tus enemigos. Además, habría ocasiones en las que no necesitara tantas armas para realizar alguna tarea, por lo que consumir chakra en invocarlas sería una pérdida de tiempo.