Epic Rol: Shinobi Dream
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El último adiós

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Mensaje por Fukukiri Mar Jun 28, 2011 2:25 pm

Acababa de salir del hospital después de un par de días ingresado por la fea herida que aquellos viles asesinos le habían infligido durante la desesperada batalla que tuvo que librar por su vida. Aún permanecían frescos en su memoria los gritos de Hiromu, el olor a carne quemada de Kaori y… la última mirada de su sensei. Todos ellos habían muerto delante de sus narices y aquello le consternaba profundamente. Caminaba cabizbajo, con el brazo todavía vendado. El viento que corría por las calles traía polvo en suspensión y era difícil respirar sin sentir la necesidad de toser. Pero, a pesar de ello y del intenso calor que hacía, sus pensamientos no hacían más que dar vueltas una y otra vez a lo ocurrido.

Ni siquiera había podido traer consigo los cuerpos inertes de sus compañeros, ya que su brazo maltrecho se lo había impedido. Hubiera podido cargar con uno de ellos, pero, aparte de que hubiera sido tremendamente injusto con los demás, dejándoles en medio del bosque a su suerte, siendo una comida perfecta para cualquier carroñero, no estaba seguro de si podría llegar a la aldea con un peso extra. De hecho, nada más llegar, cayó desplomado ante la falta de sangre y tuvo que ser ingresado de urgencia, necesitando una transfusión.

Sus padres habían acudido al hospital para preocuparse por su estado, pero no habían hecho comentarios acerca de lo ocurrido. Sabían perfectamente cómo era su hijo y lo mucho que debía haber herido su amor propio el hecho de no haber podido hacer absolutamente nada por salvar a los que consideraba sus amigos. Era casi como si le hubieran atravesado el corazón con una lanza, derramando sangre como lágrimas carmesíes. Él no había querido decir nada al respecto, ni siquiera había derramado una lágrima, pero la procesión iba por dentro.

Cuando caminaba por una de las calles principales, rumbo a su casa, vio algo de revuelo en dirección a la salida de la aldea. Se detuvo y permaneció allí por unos minutos, ya que parecía que aquel tumulto se acercaba. Poco a poco, pudo distinguir a varios shinobi de la villa que regresaban con algunos sacos de grandes dimensiones a sus espaldas. Un fugaz pensamiento siniestro pasó por su mente, pero no por ello fue incorrecto. Aquellos debían ser del equipo ANBU que habían enviado a recuperar los cuerpos, ya que dejarlos a la intemperie, ante la vista de cualquiera no era una opción; en sus cadáveres se podrían hallar restos de medicinas o cualquier otra cosa que fuese un secreto vital para la aldea, por lo que todos los cuerpos debían ser recuperados a cualquier precio. Teniendo en cuenta que la escaramuza se había desarrollado en un lugar apartado, fuera de las rutas habituales que usaba la gente, no creía que hubieran tenido muchos problemas, salvo el hecho de que algún animal ya hubiese devorado la carne en proceso de putrefacción.

Al llegar el grupo a su altura, Fukukiri los detuvo y preguntó para confirmar sus sospechas. La respuesta fue afirmativa y le dijeron que las familias habían pedido que se les diese una ceremonia funeraria lo antes posible. Por ello, los trasladaban hasta el templo, donde sus cuerpos serían convenientemente despedidos. Sin más que hacer y sabiendo que el funeral iba a ser inminente, el chico decidió seguirles, llegando hasta el santuario shintoísta donde les darían el último adiós. Allí, ya estaban sus parientes y amigos, aguardando los restos mortales para comenzar con la ceremonia.

El trance pasó casi sin que Fukukiri se diera cuenta. Estaba demasiado absorto en sus pensamientos como para atender a lo que el religioso decía. La visión de los cuerpos de sus compañeros, parcialmente descompuestos y dañados por las bestias forestales, así como la explosión, hacía que le vinieran una y otra vez las mismas imágenes, los mismos sonidos, la misma sensación de angustia que percibió en aquel momento. No pudo más y, al fin, acabó por soltar algunas lágrimas, que recorrieron su rostro hasta caer al suelo. Sus sollozos eran sordos, pero sinceros e intensos. No recordaba la última vez que había llorado, pero seguramente fuera cuando aún no era lo suficientemente fuerte para defenderse de los matones, cuando le robaban y pegaban a placer. En efecto, eso era lo que sentía; debía hacerse más fuerte, para que eso nunca más sucediera. No estaba seguro de si hubiera podido evitarlo de ese modo, pero era un juramento que se hacía a sí mismo, a su propio orgullo, porque le habían vuelto a arrebatar algo que quería. Con la voluntad renovada para seguir mejorando, se despidió de sus compañeros hasta verles en la otra vida, mientras sus restos ardían en la pira funeraria y sus espíritus ascendían a los cielos, guiados por las columnas de humo…

Fukukiri
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Mensaje por Saga Mar Jun 28, 2011 3:03 pm

Un pie delante del otro, rítmica y constantemente, formulaban el fluido andar de un joven de cabellos azabaches. El reflejo del sol incidía sobre su rostro, pero al estar acostumbrado al soleado desierto, parecía no tener molestia alguna por este fenómeno natural; el reflejo del sol también pegaba de lleno en la banda ninja que este joven tenía anudada a su brazo derecho. Los ojos color avellana de este individuo se fijaban en las personas que transitaban las calles de la aldea, muchos parecían estar contentos, a excepción de unos pocos que ingresaban a un mismo lugar, vestidos de negro, vestidos de luto. Un pensamiento extraño recorrió la mente del joven, vestido por su parte con un chaleco de lino amarillento y unos pantalones blancos, bombachos y de seda, quien decidió guiar su andar hasta el lugar común al cual la mayoría se dirigía, cruzando el umbral y viendo una ceremonia de cremación a lo lejos.

Jóvenes y adultos llorando, tristeza, dolor e incluso ira. Los cuerpos de los difuntos rodeados de velas, de objetos de oro y altares de mármol; luego se verían rodeados por llamas. Aquel joven que acababa de entrar al templo, agachó la cabeza y plantó un semblante serio, no le gustaba ver ese tipo de cosas pero los difuntos eran ninjas de su aldea, y decidió honrarlos de forma efímera con su humilde presencia. Los minutos fueron pasando y el joven de cabellos oscuros ya se había sentado a rezar por los caídos, no obstante, pudo notar la presencia de otro joven que rompió en un silencioso llanto. Aquel joven parecía haber conocido bien a quienes anteriormente vivían dentro de aquellos cuerpos, que ahora se los veía sin vida. También, aquel joven parecía estar herido, por lo cual, el pelinegro pensó que podría saber más acerca de cómo fue la muerte de los mismos.

Nuevamente una seguidilla de pasos llevaron al shinobi a dirigirse hacia un lugar, esta vez, justo al lado de aquel joven al cual había visto y analizado minutos antes. Cabizbajo, el pelinegro entrelazó los dedos de sus manos y a través de un murmullo, soltó unas palabras de condolencias. - Lo siento mucho, sinceramente. -. A pesar de no conocer a quienes habían muerto, el joven shinobi sentía intensamente la muerte de los mismos. - Ahora están en un mejor lugar, de seguro nos están mirando y desean que todos seamos más fuertes… -. Continuó, intentando consolar a quien dejaba salir unas lágrimas desde sus ojos. - Apuesto mi propia vida a que lo hacen. -. Finalizó. Poniendo la mano en su propio corazón. Aquel shinobi, intentó transmitir lo que realmente sentía a través de sus palabras.
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Mensaje por Fukukiri Mar Jun 28, 2011 3:39 pm

Se encontraba ensimismado, rememorando los buenos momentos que había pasado con aquellos que ahora ardían, iluminando al mundo con su último resto terrenal, cuando un chico alto se colocó a su lado. Iba vestido de una manera un tanto atípica para aquella situación, pero tampoco era que él fuera de la mejor forma posible. El tipo, que parecía mayor que él, entrelazó las manos, adoptando una postura de pesadumbre. Seguidamente, le dedicó algunas palabras de consuelo, habiéndose dado cuenta de la aflicción que suponía aquella pérdida para él. Fukukiri permaneció en silencio, escuchando las palabras de aquel chico moreno y reflexionando acerca de sus propios pensamientos. Cerró los ojos un instante, llevándose el dorso de la mano a la cara para limpiar aquellos regueros de lágrimas, antes de volver a abrirlos, ya con mayor serenidad. Tomó aire y, continuando con la vista clavada en las hogueras crematorias, dijo:

Dicen que la venganza es un pequeño consuelo… —Hizo una breve pausa y prosiguió—: Yo no encuentro el consuelo por ninguna parte… Será porque no la he servido fría… —añadió, dándole una nota sarcástica a esta última parte y esbozando una sonrisita cínica.

Ladeó un poco la cabeza, mirando de reojo y alzándola levemente para ver la cara del chico que se había situado junto a él. Se percató de inmediato de la bandana en su brazo, lo que, unido a su vestimenta, indicaba que era un gennin como él. No obstante, parecía muy mayor para eso; tal vez fuera un estudiante que había entrado tarde a la academia, pero el sólo hecho de notar aquella diferencia de edad entre ambos, le hizo sentir superior a él. Sí, incluso en aquellas circunstancias, aquella vena orgullosa y prepotente que tenía salía a relucir, aunque, por el momento y el lugar, apenas se apreció en ninguno de sus gestos o comentarios.

Akikaze Fukukiri; encantado —se presentó, tendiendo su mano al desconocido para estrechársela. Se mantuvo en silencio un momento, pero, al final, no pudo evitar decir aquello que llevaba pensando desde que vio la bandana—: ¿No eres muy mayor para ser gennin? —Aunque trató de que no sonara a burla.

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Mensaje por Saga Mar Jun 28, 2011 4:44 pm

Increíbles palabras las mencionadas por su interlocutor, quien mostró una personalidad que causó cierto impacto en la forma de ver las cosas por parte del pelinegro. Estrechando la mano gustosamente, el individuo de chaleco amarillo sonrió y decidió presentarse, haciendo como que lo mencionado antes era algo normal, algo común y corriente. - Mi nombre es Saga D. Aiken, igualmente encantado. -. Una voz relajada y amistosa, provista por el elegante tono que el joven Saga tenía en su habla. Una pregunta surgió tras la presentación, que llenó de curiosidad a Saga. Notable era que en una situación como la que se daba en el templo, aquel triste muchacho notara la bandana ninja de la aldea que se anudaba al brazo del pelinegro. Más incluso, el poder de deducción de aquel joven era bastante bueno, ya que logró adivinar el rango de Saga fácilmente… No obstante, era bastante tonto lo planteado, pues una persona detallista y de inteligencia promedio podía notar datos como estos. Era evidente que para Saga, todo podía ser una gran sorpresa.

Veo que has notado que soy solo un Gennin. Bueno, tengo diecisiete años y no nací en la aldea… creo que está bien este cargo por ahora. -. Mencionó mientras sonreía, aunque sin quitar cierta seriedad a su rostro frente al contexto en el cual se daba la charla. - Creo que estas son cosas banales para dialogar… -. Dijo delicadamente. - ¿Te molestaría contarme quienes son estas personas? -. Preguntó. - Entré al templo con la intención honrar con mi humilde presencia a estos shinobis, pero sin saber sus nombres creo que me será difícil mostrarme totalmente sincero… -. Mencionó. - Espero no ofenderte… -. Finalizó. Era curiosa la forma de actuar de Saga para con la situación, pero bueno, no lo hacía con mala intención, solo con cierta ingenuidad y con el mayor respeto posible. Saga se cruzó de brazos, dirigiendo su vista a la humareda mientras estaba atento, a lo que aquel curioso interlocutor podía hacer o mencionar.
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El último adiós Empty Re: El último adiós

Mensaje por Fukukiri Mar Jun 28, 2011 5:03 pm

Entiendo… —Dedicó una leve mirada recelosa, como si no le gustaran los extranjeros, menos aún siendo shinobis de la aldea. No obstante, si las autoridades se lo habían permitido, sería por algo. Asintió cuando dijo que la conversación resultaba vanal y, luego, escuchó la pregunta acerca de la identidad de sus compañeros. Volvió a mirarlos, mientras sus últimos restos se consumían por completo, dejando tan sólo las cenizas—. Eran mis dos compañeros de grupo y nuestro sensei: Hiromu, Kaori y Yoshida… —explicó, habiendo levantado ligeramente un brazo para irlos señalando según los nombraba, concretamente el herido—. Estábamos llevando a cabo una misión, pero era todo una trampa. Nos emboscaron y sólo pude sobrevivir gracias a la intervención de nuestro maestro… —prosiguió, bajando la mano y metiéndola en el bolsillo del pantalón, a la vez que bajaba la vista y la clavaba en el suelo, rememorando el momento de cada una de sus muertes. Estuvo en silencio unos segundos, para luego alzar el rostro y mirar al cielo—. Ojalá el viento cuide de sus almas… —Y, diciendo esto, se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección a la salida del templo. Se detuvo a unos metros y volvió a girarse, dándose cuenta de que se había olvidado de despedirse del curioso gennin extranjero. Levantó una mano y dijo—: Supongo que ya nos veremos.

Abandonó el recinto, con la imagen de sus queridos compañeros aún reciente en la memoria. No sabía a qué grupo le asignarían ahora, pero estaba seguro de que nadie podría sustituirlos; era, simplemente, imposible. Podrían ser iguales o mejores que ellos en cuanto a habilidades y destrezas, pero las personas no pueden reemplazarse, por mucho que algunos se empeñen en intentarlo. Incluso, toda la fortuna y el estatus de su familia parecía pequeño al lado de una vida querida. Con estas reflexiones, se marchó a su casa para guardar reposo, pues, aunque nada curaría del todo su espíritu, su cuerpo sí que necesitaba reparar las heridas sufridas.

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Mensaje por Saga Mar Jun 28, 2011 8:21 pm

Si bien la situación era incómoda, Saga intentaba sobrellevarla con su afabilidad, aunque era difícil y lógico, ver a ese joven en ese estado; era claro que sus amigos habían muerto y una parte de él se había ido con ellos. Saga posó sus manos esta vez sobre su cintura y observó detenidamente las cenizas de los muertos, deseando que de estas resurgiera cada uno de los mencionados por el presentado como Fukukiri, como la conocida habilidad del ave fénix. Obviamente, este pensamiento por parte del pelinegro era imposible y hasta casi impensable, pero las buenas intenciones del mismo le llevaron esa idea a la cabeza; una pena no poder cumplirla. - Ojala… -. Mencionó, tras escuchar unas de las últimas palabras de Fukukiri. - Ojala… -. Murmuró esta vez, denotando que en verdad le importaba la vida de los demás, por más lejana que fuese la relación entre las partes, es decir, entre él y por ejemplo en este caso, los tres caídos.

Saga se volteó y vio como el joven se alejó tras despedirse, claramente necesitaba un tiempo para estar solo, para pensar, incluso para descargarse. Saga pensó que este podía hacer alguna locura, pero instantáneamente intentó dejar ese pensamiento de lado, aunque supiese claramente, que algunos psicológicamente responden flagelándose a sí mismos, luego de vivir hechos traumantes como al que este joven se sometió. - Eso espero… -. Sonrió y respondió al saludo del joven, elevando su mano derecha en gesto de saludo. Saga se quedó en el templo durante un rato más, luego decidió retirarse, continuando con su vida ninja normalmente y esperando volver a reencontrarse con el triste joven, en la mejor de las situaciones y lo más recuperado psicológicamente.
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