¿Dónde están esos bandidos? (Misión)

Ginzuo llegó por fin corriendo hasta las Ruinas de la Niebla, que allí seguían, tan nubladas como la última vez, aún quedaban algunas marcas del entrenamiento que habían efectuado aquí ambos ninjas, pero en general todo estaba como antes. - ¿Seguro que aquí se esconden todos esos bandidos? - Pensó Ginzuo, mientras aún sin adentrarse miraba a los alrededores de las ruinas, no veía sitio para que una banda de asesinos se escondiera en aquellas ruinas casi deshechas. El odio de Ginzuo se disipó por unos momentos, intentaba mantener la cabeza fría y pensar en cómo podrían cumplir esta misión con las menores bajas posibles.

Con un kunai en su mano, en posición defensiva andaba casi en cuclillas para que sus zapatos no hicieran ruido al pisar el agua que encharcaba casi todo el suelo de aquel lugar. Miraba hacia atrás para comprobar que su hermano seguía con él, la niebla era bastante espesa y la visibilidad se reducía, entonces se le ocurrió una idea. - Bien, este es el plan, yo me convertiré en agua, tú te acercarás hasta la base de los bandidos, cuando lleguemos, les deberás distraer mientras yo me infiltro y libero a ambas mujeres. Cuando lo haga me incorporaré a la lucha por sorpresa, así podremos acabar más fácilmente con ellos. ¿Entendido? - Terminó de explicar el plan, mientras señalaba con las manos a una especie de humo negro que se asomaba entre la niebla.

- Están allí. - Concluyó, mientras hacía un sello y concentraba el chakra por todo su cuerpo, transformando este poco a poco en una gelatina, - Suika no Jutsu - se derretía o hasta caer formando un charco en el suelo que se deslizaba sobre éste hacia el lugar dónde intuía que se encontraban los ladrones. Esquivaba los obstáculos de piedra y tierra mientras esperaba que su hermano le siguiera hasta el lugar.

Tras recorrer por toda la villa, desde el centro de ésta, donde se encontraba el despacho de Mizukage-dono, hasta las ruinas halladas en el País del Agua, el peliblanco pudo contemplar varias estancias familiares, como el ramen, el descampado de entrenamiento, las calles de la Villa Oculta de la Niebla llena de aldeanos y su propia casa. Mejor dicho, su casa y la de su hermano. En ese tiempo, dedicó una pequeña reflexión antes de su primera misión mientras seguía los pasos de su hermano, el cual parecía realmente enfadado o quizás serio... pues no comprendía la reacción desatada por éste.

La niebla persistía en aquel lugar tan misterioso. Los pasos relentizaban y observaba con curiosidad algunos símbolos de aquellas runas de alguna civilación antigua, quizás perdida o incomprendida en el paso del tiempo. Pero no era momento para ello, así que giró su cabeza hacia donde se encontraba su hermano, Ginzuo, el cual tomó una actitud defensiva con kunai en mano y se puso de cuclillas, mientras avanzaba lentamente por el terreno encharcado. El peliblanco, en cambio, dedicó su chakra en la planta de sus pies para no entorpecer su movibilidad mientras seguía la silueta de su hermano. Éste se paró para explicar el plan, el cual parecía correcto y arriesgado para el peliblanco, pero confió en sus posibilidades para completarla con éxito. De acuerdo, seré la distracción.- dijo en voz baja, lo suficiente para que su hermano lo escuchara.

Avanzó entre la niebla hacia el humo provocado seguramente por la hoguera de los bandidos, agarró la tantô de su cintura y la desenvainó con un movimiento lento y preciso, para evitar cualquier ruido. Se colocó de manera defensiva y avanzó hasta una pared de aquellas ruinas, la cual se podía observar las siluetas y sombras de los bandidos, así puediendo divisar el número de enemigos el cual debería enfrentar. Tú puedes... confía en ti.

Debía haber unos siete hombres a la luz y el calor de aquella hoguera colocada en mitad de un pequeño descampado, rodeado de algunos cascotes y lleno de maleza, sobre todo plantas de climas húmedos y que no necesitaban mucha luz, como las que se suelen dar en algunas ciénagas. Estaban charlando de manera despreocupada acerca de sus actividades delictivas, jactándose de que ninguna autoridad había podido frenar sus golpes todavía. Apartadas a un lado, contra una de las paredes semiderruidas, estaban las dos mujeres secuestradas, atadas y amordazadas, con un aspecto lamentable. Su ropa estaba desgarrada y presentaban múltiples magulladuras y heridas por todo el cuerpo, como si hubiesen sido víctimas de una paliza. Era muy probable que aquellos criminales hubieran abusado de ellas, como era típico en aquellos casos.

De pronto, los dos shinobis escucharon algunas pisadas tras de sí, chapoteando al pasar por los numerosos charcos de la zona. Parecían ser otros dos bandidos que regresaban de algún lugar, trayendo consigo unos fardos voluminosos, quizás comida y otras provisiones para la banda. Tenían un aspecto muy intimidatorio, siendo altos y ciertamente fornidos. Portaban una katana sujeta al obi de la cintura, aparentando así ser samuráis. Se escuchaban muchas historias de estos nobles guerreros al servicio de grandes señores feudales que, por diferentes motivos, abandonaban la senda del honor y la justicia para convertirse en viles asesinos a sueldo o criminales afamados. Pasaron muy cerca de donde estaban los dos chicos e, incluso, llegaron a pisar a Ginzuo como si fuera un charco más.

—¡Ya estamos aquí! —avisó uno de ellos, el que tenía el pelo largo y grisáceo, dando la impresión de que tenía ya una cierta edad.

—¿Habéis traído carne de la buena? ¡Me muero por comerme un buen filete de ternera! —replicó uno de los presentes en la hoguera, que tenía el cabello rubio y corto.

—Me temo que tendrás que conformarte con lo que haya. Estaban muy atentos después de vuestra gran idea de secuestrar a unas mujeres para desfogaros… —dijo, como si él no hubiera estado de acuerdo con la idea.

—Ya, bueno… ¿y habéis conseguido más flechas? —inquirió, restando importancia a lo de la comida.

—No fue fácil, pero… —respondió, descargando su fardo en el suelo, cerca del resto, y desenvolviéndolo, para dejar ver un pequeño arsenal de saetas y arcos, seguramente robados—. Con esto tendremos para un par de meses.

Ginzuo notó cómo uno de los bandidos le pisaba, se contuvo las ganas de salir a pesar del daño recibido equivalente al de una patada en la cara - Ugh... Aguanta, hazlo por la misión. - Pensaba Ginzuo, ya sabía exactamente dónde se encontraban esos bandidos, incluso escuchó algo de lo que decían. La cabeza materializada en una especie de gelatina salió de aquel charco en dirección a su hermano, mientras le decía. - Es la hora de atacar, ya sabes lo que tienes que hacer, yo iré directamente a por las mujeres, consigue que no se fijen en mi presencia, creo que son unos 9. - Eran bastantes, ambos lo sabían, no se podían permitir ningún fallo.

Tras las indicaciones, Ginzuo volvió a su estado de charco y empezó a rodear las rocas que rodeaban el campamento hasta llegar a la pared de roca que poseía a ambas mujeres, aparentemente maniatadas y magulladas, se situó entre ellas y esperó a que Yagara hiciera su parte. Los bandidos no paraban de beber y reír mientras comían lo poco que habían robado aparte de empezar a ver la calidad de los arcos y flechas recién robados por los dos bandidos que llegaban, ahora tenían bastantes armas, la cosa se complicaba cada vez. Ginzuo observaba la hoguera mientras se le ocurría una estrategia. - Creo que ya sé que tengo que hacer. - La noche se cerraba y lo único que se veía era lo poco que alumbraba la hoguera, eso era un punto a favor para ambos ninjas cuyo ataque sorpresa no hacía más que comenzar.

Las pisadas de nuevos bandidos se aproximaban en la ubicación del peliblanco y el silencio se pronunció ante dicha situación. Parecían haber ignorado la presencia del shinobi, un punto a favor para el ataque sorpresa pero... se añadieron dos contrincantes más para capturar o, en el peor de los casos, asesinar, lo cual era indiferente ya que se trataban de bandidos, criminales, o como le quisieras llamar. Su hermano se acercó para informar el número de contrincantes, el cual ya se había percatado el peliblanco anteriormente. Siete más dos nuevas incorporaciones... - pensó al mismo tiempo que dibujó un rostro de preocupación.

Era el momento para poner en práctica los entrenamientos con Nekobaa-sama en aquella ciudad abandonada. Realizó la sucesión de sellos para llamar a su compañera de batalla: Jabalí → Perro → Pájaro → Mono → Panda... y, acto seguido, murmuró. Kuchiyose no Jutsu... - De una pequeña humareda apareció la neko-nin realizando un movimiento elegante con la cola y saludó. Hol... - dijo antes de que el peliblanco le tapara la boca con su mano, pues no podían causar ruido. Lo siento, Hina-sama... pero estamos en una misión y necesito su ayuda.- susurró al oído de la gata, lo cual le hizo contestar en el mismo tono y volumen. ¿Qué modales son estos, joven? Está bien, te ayudaré... pero a cambio deberás invitarme a una gran ración de pescado a la plancha. Aprecia e observa, joven shinobi.

La gata se colocó encima del hombro derecho del peliblanco, como era de costumbre, con dos elegantes y ágiles saltos y maulló, lo cual no agradaba el peliblanco. Realizó el sello Mono y aparecieron dos réplicas de tierra exactas a las de Hina. Dichas réplicas se introdujeron en la escena de los bandidos y, primeramente, maullaron. Hina levantó la mirada y observó una ruina, en la cual podría observar mejor la escena. Así pues, realizó pequeños saltos antes de alcanzar dicha ubicación. El peliblanco, en cambio, tomó la ofensiva y observó a los criminales. Divisó a uno de ellos de espaldas, el cual estaba bebiendo cerveza, riendo y burlándose de los shinobis del País del Agua. Se aproximó al bandido, sin salir detrás de aquella ruina que le permitía pasar inadvertido ante los criminales. Agarró varios senbons, se podían apreciar cinco de ellos, de su kit ninja básico y los arrojó contra aquel bándalo.

Hina se percató de la ofensiva e ordenó a sus réplicas que empezaran la ofensiva. Así pues, con saltos ágiles y veloces, realizaron movimientos alrededor de aquel grupo de bandidos cerca de la hoguera para tratar de confundirlos mientras su hermano liberaba a las dos mujeres prisioneras. Con un poco de suerte, nadie habría descubierto la posición del peliblanco gracias a la distracción de los gatos.

El delincuente recibió los sembons con un grito que alertó al resto, antes de caer dolorido al suelo. Sus compañeros se pusieron en guardia, llevando las manos a las empuñaduras de sus katanas. Entonces, fue cuando aparecieron esos dichosos gatos, a los que varios intentaron patear e, incluso, cortar por la mitad de un tajo, pero eran demasiado escurridizos. El rubio cogió entonces uno de los maderos que ardía en la hoguera y, utilizándolo como una especie de antorcha, trató de ahuyentar como poco a los felinos, pese a que su intención verdadera era quemarlos.

El resto, viendo que su compañero se ocupaba de aquellos molestos mininos, se concentró en encontrar a aquel que había atacado al otro criminal. Por la trayectoria de los sembons, más o menos conocían la zona por donde podía estar oculto el intruso, así que, cuatro de ellos avanzaron hasta las rocas entre las que se ocultaba el gennin, siendo fácil rastrear dicho área para ellos. Los otros se quedaron a la espera, unos atendiendo al tipo herido y algunos otros ayudando al rubio a cazar a aquellas molestas bolas de pelo. El único que se quedó vigilando su botín armamentístico y a las dos mujeres fue el del pelo grisáceo, aunque sus compañeros no tardarían en acudir en su ayuda si daba la voz de alarma, ya que no andaban muy lejos.

Ginzuo observó cómo se formaba todo el percal, su hermano había dado el primer paso. - Bien, es mi turno. - Murmuró Ginzuo mientras se materializaba poco a poco detrás del guardia de las dos mujeres, a las que les hizo un gesto para que se callaran. Se materializaba lenta y silenciosamente pasando de ser un líquido viscoso a él realmente, antes de que el guardia pudiera percatarse de su presencia desenfundó su katana y le propinó un corte limpio en el cuello, justo para degollarlo, agarró su cuerpo antes de que cayera para que no hiciera ruido al hacerlo y lo dejó en el suelo suavemente. Tenía las manos manchadas de sangre, se las miró por un momento y esbozó una sonrisa, mientras soltaba a las mujeres que se encontraban tras de él.

- Shhhh... Callad, quedaos aquí y no hagais ruido, no os pasará nada. - Les dijo Ginzuo, animándolas a calmarse, tras esto, se dio la vuelta y observó a los demás bandidos, todos se encontraban de espaldas a él y uno estaba levantado con un palo en llamas cerca de la hoguera. Localizó sus cuerpos, su exacta posición, para luego hacer unos sellos y murmurar - Suiton Mizurappa - De su boca salió un chorro de agua que impactó contra el tío que sujetaba el palo ardiendo, éste cayó sobre la hoguera que a su vez se apagó, quedando todo el suelo húmedo y la oscuridad reinó en el lugar, impidiendo ver lo que pasó a los demás, seguidamente a esto (2 segundos después) Ginzuo volvía a hacer un sello - Mizu Bunshin no Jutsu..

Y de el gran charco creado en el centro emergieron 3 clones de Ginzuo, cada réplica detrás de uno de los bandidos que había localizado previamente, cada réplica agarró por detrás a cada bandido, y a la misma vez hacían un corte limpio en sus cuellos con un kunai. Limpio y preciso... - Pensaba Ginzuo, que se relamía su mano ensangrentada mientras disfrutaba del espectáculo de sangre en la oscuridad. - Espero que mi hermano esté bien...

El peliblanco había alcanzado el blanco deseado, pero se percataron de la presencia de éste. Pues los gatos no habían funcionado tan bien como había esperado en un principio. Las réplicas de tierra fueron ahuyentadas por un bandido con una madera prendida. Como mínimo había distraído uno. Debido al grito del bandido dolorido y herido, cuatro de dichos bandidos fueron en busca del peliblanco, por suerte, Hina aun permanecía cerca de su ubicación, y no había sido detectada. Es hora de parar otra trampa... - pensó el peliblanco y realizó una sucesión de sellos y creó una réplica falsa del peliblanco. Bunshin no Jutsu (Técnica del Clon) - murmuró. Acto seguido, realizó un salto retrocediendo del lugar para alcanzar a aquellos bándalos que irían en el lugar de donde provenían los senbons.

Las réplicas de tierra fueron liberadas de la amenaza de aquel bándalo, que había sido arrastrado hacia la hoguera por una corriente de agua a presión. Éstas fueron acudieron al lugar donde se hallaba Hina, en el cual se observaron a los bándalos delante de la réplica del peliblanco. Era el momento de efectuar la trampa, el bandido más cercano a la réplica fue el blanco de las agujas médicas de Yagara. Otros dos, se encontraban cerca de aquel agresor y, las réplicas de tierra saltaron sobre sus cabezas para arañar y desgarrar sus rostros con las zarpas de los gatos. Si llegaran a ser destruidas, el barro alcanzarían sus ojos y quedarían fuera de combate por unos instantes, los cuales podrían ser aprovechados por su hermano o per el mismo. Hina, la neko-nin real, salto delante del bándalo con el único propósito de distraerle sin ser alcanzada. Si todo continua así la misión será completada con éxito...- pensó el peliblanco con una sonrisa pícara en su rostro, pero sin bajar la guardia ante sus oponentes.

El primero de los criminales recibió las agujas sin poder reaccionar, cayendo herido al suelo. Los otros se pusieron en guardia de inmediato, pero aquellos clones gatunos saltaron a sus rostros y comenzaron a arañarles fieramente. No obstante, los tipos, tras soltar diversos improperios subidos de tono y algún aullido de dolor, cogieron a los felinos falsos por las colas y los estamparon contra el suelo, pisándoles la cabeza con fuerza. Éstos quedaron deshechos, pareciendo que el plan del gennin no había funcionado como él esperaba. Por si fuera poco, el último de los delincuentes, que se trataba del otro samurái que acompañaba al del pelo gris, desenvainó su katana y por poco logra partir en dos a la nekonin verdadera, errando por un par de centímetros. La situación parecía haber dado la vuelta en unos segundos, ya que, los criminales, aunque doloridos por los arañazos, no se confiarían más. Acabaron con la réplica del shinobi y luego se dirigieron a su posición, descubierta gracias al lanzamiento de los sembons, ignorando a Hina.

—¡Te vas a enterar, capullo! —amenazó el espadachín, con su arma en ristre.

Los tipos se acercaban, acorralándole poco a poco. No obstante, no se habían percatado de lo ocurrido con el resto de sus compañeros, ya que estaban a suficiente distancia como para no enterarse debido al follón que habían montado entre los gatitos y el ninja de Kirigakure. En poco tiempo, estaría rodeado, sin salida aparente, y los tres se abalanzarían sobre él, acuchillándolo sin piedad.

Condujo a las mujeres en medio de la oscuridad, cruzando el río de sangre que se había formado, con el cuerpo del rubio calcinado en medio, no se veía nada, pero Ginzuo logró discernir las sombras de los gatos de Yagara, alejándose hacia el interior de las ruinas. Así que han ido por ahí eh... - Observó lo que podía ver a su alrededor, enfrente suya estaba el cuerpo de un moribundo ninja el cual tenía senbons clavados. - Yagara atacó desde esa dirección... Entiendo. - Murmuraba mientras le clavaba un kunai en la tráquea al moribundo para terminar con su sufrimiento.

- Vosotras, estamos aquí para rescataros, aún quedan algunos bandidos sueltos, necesito que hagais una hoguera aquí. - Señalaba un sitio lo suficientemente seco como para encender una a las dos mujeres, las cuales asintieron y empezaron con la hoguera. Tras ello, Ginzuo ordenó a sus tres clones que se dirigieran al lugar del incidente. El salió corriendo junto a ellos, al llegar encontraron a Hina, el gato de Yagara lastimado en el suelo, el shinobi se agachó hacia él y le puso la mano encima, ayudando a levantarse.

- ¿Qué ha ocurrido? - Le preguntó al gato, casi murmurando. El gato señaló con la pata hacia dónde estaba su amo y Ginzuo entendió el mensaje, se dirigieron corriendo hasta esa zona, dónde vieron a 4 bandidos acorralando a Yagara, uno de ellos parecía el cabecilla. Dirigió a los clones para que atacasen a los 3 bandidos y él se dirigió al jefe, los 3 clones hicieron un corte en diagonal a las espaldas de los bandidos con sus katanas mientras que Ginzuo pegó un salto propinándole una patada en la mitad de la espalda del bandido jefe, la cual lo empujaría hacia adelante y podría hacerlo caer.

Observó como los tres clones de su hermano se encargaban de la ofensiva que salvaría al peliblanco de ese acorralamiento, aunque realmente tenía un as bao la manga para escaparse de dicha situación. Los clones, seguramente de elementalidad acuática, de su hermano atacaron por sorpresa a aquellos bandidos, lo cual pudo hacer salvar al peliblanco. Éste, para prevenir cualquier ataque por sorpresa, acumuló chakra en las plantas de sus pies y caminó por aquella ruina semidestruida, a punto de derrumbarse. Su hermano había inmovilizado, al parecer, al líder de aquel grupo de bandidos. Para asegurarse de que no se escaparía, llevó su mano derecha al kit ninja básica mientras comunicaba a Hina su retiro.- Hina-sama, puede retirarse. Gracias por todo, la llamaré cuando terminemos la misión para finalizar el trato.- y lanzó los senbons en las extremidades de aquel alborotador a las extremidades para incapacitar y/o dificultar sus movimientos.

¿Misión completa, hermano? - dijo encima de aquella ruina dibujando una sonrisa en su rostro.

El tipo, que parecía el líder, se revolvió en el suelo, dolorido por los sembons y el golpe anterior. Aquellos miserables shinobis habían acabado con toda su banda en cuestión de unos minutos, la organización criminal que tanto le había costado crear. Pero no, no estaba dispuesto a permanecer encerrado en una pisión durante el resto de su vida. Se había convertido en un ladrón asesino para vivir mejor, no para acabar en un antro como ése.

—¡Des-graciados…! —espetó, incorporándose con dificultad—. ¿Creéis… que porque mi katana esté… lejos… y esté solo… vais a capturarme…? No… ni hablar… ¡antes prefiero la muerte!

Entonces, abrió su chaqueta, dejando ver un cinturón de sellos explosivos rodeando su abdomen. Su sonrissa malévola estaba dibujada en su cara. Sabía que iba a morir, pero al menos no pasaría una existencia penosa y rastrera en la cárcel. Se iba a inmolar y, con un poco de suerte, se llevaría a aquellos niñatos por delante. Había logrado vivir con cierta comodidad durante un cierto tiempo, pero sabía que nada duraba para siempre y prefería acabar allí con su vida antes que abandonarla.

—¡Nos veremos en el infierno! —gritó, antes de detonar los sellos y provocar un fuerte estallido.

Actuó rápidamente al ver cómo el bandido reaccionaba sacando unos explosivos, sus bunshins se acercaron al bandido agarrándole, lo cual no fue suficiente para que éste estallase, pero el agua que desprendieron los bunshins al explotar fue la salvación para Ginzuo. Hizo un sello antes de que la onda de agua le golpeara - ¡Suika no Jutsu! - Y su cuerpo se convirtió enteramente en una gelatina acuosa que se mezcló con el agua que salía a presión a causa de la explosión, formando un charco alrededor de la señal de calcinación que había dejado la detonación, que había dañado hasta una de las rocas de alrededor.

El cuerpo de Ginzuo empezó a formarse desde ese lago poco a poco, sin ninguna magulladura, observó el panorama, un cráter de unos 2 metros de diámetro, cenizas del cuerpo calcinado y una roca demolida por la explosión. - ¡Yagara, estás ahí! - Gritó con ambas manos en la boca, se temía que su hermano hubiera sido herido por aquella explosión, así que empezó a anda en dirección a las ruinas derruidas para ver si lo encontraba.

La confianza y la subestimación hacia sus contrincantes traería problemas para el peliblanco con aquella sonrisa en el rostro que cambió a un rostro más preocupante al observar como aquel "líder" bandido exclamaba con temor a una vida de prisionero, prefiriendo sacrificar su propia vida para tomar así una especie de "salvación". Cuando abrió la chaqueta, se percató de los numerosos sellos explosivos que albergaba en su cuerpo, lo que hizo dar un salto desde su posición elevada, puesto que anteriormente se posicionó encima de la runa semidestruida en caso de peligro, hacia atrás, cubriéndose así con ambos brazos su rostro para evitar cualquier golpe directo con su cabeza, lo cual podría resultarle mortal o muy perjudicial. Ese salto no fue suficiente para evadir completamente aquel estallido, por suerte o por desgracia, la runa salió disparada, por la onda explosiva, en numerosas rocas las cuales golpearon al peliblanco y salió disparado hacia una runa más lejana al estallido, donde permaneció allí varios minutos.

Se encontraba mareado, con una deficiencia de fuerzas. Aquel golpe tremendo había dañado la resistencia del peliblanco y necesitaba diez minutos de reposo, o más, para retomar su consciencia. Maldito bandido... - pensó antes de cerrar los ojos.

Tras un largo tiempo de descanso, diez minutos o más, el peliblanco se levantó apartando algunas rocas que dificultaban le dificultaba el levantamiento. Se expulsó la túnica blanca y acariciaba su cuello de pelaje oscuro para quitar el polvo y cualquier piedra molesta. Apoyado a la pared, reflexionó sobre los últimos acontecimientos y observó al bandido calcinado en el suelo por el terrible estallido provocado por su propio suicidio. Pobre hombre... debía estar tan desesperado. Lástima que en el País del Agua no haya piedad ninguna.- musitó en el aire y se reincorporó a la escena de aquel cuerpo... si se podía llamar cuerpo. Mizukage-dono buscaba a un líder bandido, a un responsable, pues ahora no podían dárselo a su gran líder. Lo dejó todos a manos de Ginzuo, su hermano, que vagueaba con ambas mujeres rescatadas, agradecidas alrededor de aquella hoguera que iluminaba los rostros felices y llenos de esperanza de aquellas mujeres.

Levantó la mirada, la niebla tapaba el cielo, quizás estrellado o quizás no. Recogió las agujas ensangrentadas de cada víctima y las depositó en el interior de su bandana oculta de la Niebla, la cual se podía abrir y cerrar como si se tratara de una caja metálica. Con la sangre de estas víctimas podré avanzar en mis estudios de anatomía... - pensó, aunque no era momento para pensar dichos propósitos egoístas. Observó a su hermano y realizó una despedida con la mano. Te dejo que reportes tú la misión, nos vemos en casa. Tengo cosas que hacer.- se despidió y se introdujo en aquel bosque solitario, en el cual se encontraba la entrada a su villa, y la salida de su reciente experiencia.

Al parecer no tuvo que buscar mucho, tras unos minutos quitando rocas Ginzuo observó cómo su hermano se levantaba y se iba por su propio pie, se quedó un poco anonadado por su actitud. - Tendría algo urgente que hacer, bueno, yo acabaré la misión - - Pensó, mientras volvía al lugar dónde estaban ambas mujeres que había rescatado, gracias a la hoguera podía encontrarlas, el día empezaba a aclarecer y salía el sol por el horizonte, Ginzuo llegó hasta dónde estaban y dijo.

- Bien, ya ha acabado todo, nos marchamos. - Las chicas asintieron y se levantaron, y con un paso medio, no muy rápido ya que ambas estaban agotadas y magulladas se fueron en dirección a la aldea, concretamente al despacho del Mizukage. Aquella misión había sido más complicada que de costumbre y Ginzuo estuvo a punto de quedarse sin chakra, resoplaba mientras andaba, aún pendiente por si podrían sufrir algún ataque por el camino a la aldea.